Sin Ciudadanía No hay Democracia para Defender Los valores Ciudadanos,
y Fortalecer la Democracia, La Paz y la Justicia Social en Costa Rica
Un llamado del Tribunal de Honor y Ética del Colegio de Periodistas de Costa Rica
Por: Tribunal de Honor y Ética-Colegio de Periodistas
Costa Rica ha entrado en una prolongada crisis de valores, pero su Estado de Derecho sigue incólume, su institucionalidad está intacta, funciona, nos permite convivir y también desarrollarnos como Sociedad. Ciertamente, en las últimas décadas, las transformaciones mundiales, regionales, locales y la re conceptualización del desarrollo en la era global de la comunicación, vienen permeando el sentido de ser y pertenecer. Hay un relevo generacional en la política, en la Cultura, la Ciencia, la Tecnología, en la Economía y en la Educación. Hay nuevos desafíos, retos y demandas, son tiempos nuevos y complejos. Sin embargo no hay que confundir las transformaciones con la obsolescencia de las estructuras. Los tiempos nuevos requieren paralelamente nuevas respuestas a otros problemas y necesidades.
Sí, efectivamente se presentan nuevos actores sociales, gremiales y corporativos, cuyas exigencias, a veces desbordan, las soluciones que el Estado brinda, y esto obliga a repensar el Estado, Los Poderes de la República, los mecanismos de negociación y el marco de derecho para buscar el consenso, así como mejorar los instrumentos de negociación, que en el pasado, nos colocó como un país de avanzada, como una democracia ejemplar y como un país pacífico y conciliador.
Los contrapesos políticos definidos constitucionalmente en Costa Rica como es el caso de los tres poderes de la República, el Tribunal Supremo de Elecciones y la Sala Constitucional, han fortalecido la existencia de un Estado maduro donde la resolución de problemas se realiza en un espíritu de diálogo y de consensos que se rigen por la ruta del Estado Social de Derecho.
En este contexto, la sociedad civil también ha participado activamente demandando al Estado el cumplimiento de sus responsabilidades y para ello, ha contado con diferentes procedimientos y mecanismos establecidos legalmente, como la creación de sindicatos, el derecho a huelga, la libertad de expresión, e incluso con recursos legales como es el caso de las acciones de inconstitucionalidad cuando se advierte que el gobierno de turno actúa de manera improcedente.
Ante esto, lo que cabe es la racionalidad, la cordura, la educación, la experiencia de cuánto hemos avanzado y aprehendido de nuestro quehacer histórico, como fue la promulgación de la Constitución Política de 1949 que recogió los más preciados logros de la sociedad costarricense y creó un marco jurídico que nos ha permitido avanzar como sociedad.
Como ciudadanos tenemos la enorme responsabilidad de superar los problemas del país, enfrentarlos con actitud cívica y de respeto a la integridad de las personas y del ordenamiento jurídico. Debemos volver a las fuentes de la democracia republicana, cuya edad se acerca a los dos siglos de vigencia. No es posible, que, hayamos desaprendido del todo, los valores fundamentales, que nos cimientan como Estado.
Los alarmismos, fundamentalismos y llamadas a subvertir el orden público no son propios del ser costarricense, ni de su idiosincrasia. No obstante, sería una falacia y gran contradicción afirmar que la historia de Costa Rica no esté exenta de actos de violencia.
Sucedieron episodios de una Costa Rica en formación donde el acomodo de las fuerzas políticas y los intereses regionales condujeron a las armas. Pero también es cierto que en ese mismo periodo de formación del Estado (1823-1949) se presentaron acciones que ponen de manifiesto el más alto civismo nacional como fue la eliminación de la pena de muerte y las manifestaciones en defensa de la voluntad popular que, en 1889 marcaron una gesta cívica sin precedentes y que cada 7 de noviembre conmemoramos como Día de la Democracia.
Acciones de violencia para perpetuar el pánico en la sociedad van en contra de toda una tradición democrática, entendiendo democracia como un estilo de vida que nos ha permitido vivir en paz, sobre todo con ciudadanos que practican la democracia como guía para fortalecer, la ética, la transparencia, la justicia, la libertad, los derechos humanos, el respeto y el rescate de los valores desde la política pública, y desde los entornos educativos.
Los tiempos difíciles obligan al país a fortalecer el espíritu, animar la creatividad, avanzar como sociedad moderna, asumir los retos y cambios que le permitan colocarse como líder mundial. Costa Rica ha sabido leer su historia y no se dejó arrastrar en el pasado por exóticas propuestas ni por populismos mesiánicos. Todo lo contrario, realizó el ejercicio que deben hacer las naciones bien fundadas en regímenes de derecho de justicia, verdad y razón.
Fortaleció su soberanía, marcó claramente su independencia, construyó la arquitectura de sus instituciones, y particularmente, creó los instrumentos para caminar por senderos de justicia, paz, democracia, igualdad, inclusividad, equidad y solidaridad. Llevamos a la práctica eso que aprendimos con la Educación Universal, Gratuita, costeada por el Estado y con un concepto de salud integral a través del Sistema de Seguridad Social, igualmente universal.
En suma, cultivamos una sociedad respetuosa de los derechos humanos, las diversidades y la igualdad efectiva entre las personas.
Supimos a tiempo distribuir la riqueza social porque el agua potable, las carreteras, la electricidad, la telefonía, la televisión, la prensa, la energía y la educación era para todos.
Construimos un país de oportunidades, con niños y niñas que soñaron ir al espacio y alcanzaron su sueño. Tenemos escultores de talla universal que crecieron en nuestras escuelas y florecieron entre los grandes del Arte. Somos un país con gran potencial en la defensa del ambiente, con mayores expectativas de vida, pacífico, humanista, ecológico, con talento humano y que ha venido impulsado las nuevas tecnologías y la educación. Somos abanderados de la justicia social y el desarrollo humano sustentable, porque nuestra idiosincrasia así lo señaló, y así lo plasmó en sus leyes.
Los que hemos nacido bajo el cielo de esta Patria, estamos convencidos de que heredamos de nuestros próceres de la educación y de nuestras familias los valores ciudadanos y cívicos dignos de ser emulados, asimismo, las capacidades para ampliar y fortalecer los mismos. Un país no se construye en un día. La libertad, la paz y la justicia, todas cualidades de un régimen democrático, son el resultado de una experiencia histórica particular, y obedece a un proceso, a una construcción colectiva, a la suma de luchas y de aspiraciones, de quiénes creemos profundamente en la convivencia pacífica.
Costa Rica, tiene una imagen ante el mundo, que no es una falacia, constituye una realidad política, ampliamente reconocida. El régimen republicano y democrático, ha pasado la prueba de casi dos siglos, ejemplo de ello, es que ante los conflictos de la región, el país dio muestras de la forma cómo se resuelven los conflictos. Una y otra vez, ha dado evidencia de su fortaleza, incluso, ha sido interlocutor legítimo para mediar en conflictos regionales e internacionales.
La voz de Costa Rica se hace sentir en los Foros Internacionales, cuando se trata de defender los valores de las democracias, los derechos humanos, la paz, el diálogo, de manera tal, que su estilo de vida política y sus instituciones, son un orgullo para nuestro pueblo y un ejemplo para el mundo.
Costa Rica es un Estado de Derecho, el desarrollo institucional, la división de poderes y la independencia de la administración de justicia, señalan que el camino elegido por las anteriores generaciones es correcto. Puede ser sinuoso, pero permite caminar por senderos seguros y bien definidos.
Una retrospectiva del desarrollo político y social de Costa Rica, indica, que efectivamente se han dado pasos gigantes en la consolidación de instituciones, de mecanismos para la convivencia pacífica, para la práctica de un sistema político democrático, donde el diálogo y el consenso, son dos referentes del modo de ser costarricense. La idiosincrasia a la tica, deviene en mucho de estas cualidades, que aunque intangibles a veces, se ven traducidas en una nación con una fuerte vocación por la paz, por una tradición civilista, antibelicista, y amante de la armonía social.
Esta convivencia pacífica, muchas veces, recreada en la literatura, también tiene sus referencias en el marco constitucional y es fuente del derecho positivo y las prácticas cotidianas. Si algo admiran los turistas que nos visitan, es, precisamente, el modo de ser, abierto, llano, cortés, amable y hospitalario.
Los costarricenses, hemos votado a favor de la democracia representativa, electiva, mediante la evolución del sufragio, como norma para elegir a los gobernantes. Estamos conscientes, que la alternabilidad en el poder, es una regla de oro. El carácter universal del voto, su cualidad de reserva, el voto privado, dice con claridad de como el Estado debía procurar la mayor protección, creando los instrumentos y las instituciones de salvaguarda, como el Tribunal Supremo de Elecciones.
El ciudadano costarricense, tiene el marco jurídico, las instituciones que velan por éste, las herramientas y los mecanismos para ejercer su ciudadanía plena. Además tiene entidades, que lo protegen frente a los abusos eventuales del poder. No debemos dudar de que, la democracia participativa está protegida y garantizada.
¿Por qué entonces, algunos sectores del país, desconocen las reglas del juego democrático, obviando, que el interés individual, no debe estar nunca, sobre los intereses colectivos?
¿Cuándo desaprendimos los valores del diálogo, por qué se desconocen los valores éticos elementales, del respeto, la moral, la urbanidad, la sana crítica para hacer demandas de orden social, gremial, incluso individual?
Costa Rica, no debe ser escenario de actos vandálicos vestidos de movimientos sociales, tampoco se debe aceptar la alteración del orden público y de la tranquilidad ciudadana con poses anárquicas, voces disonantes y extremistas, menos aún amenazas y acciones sediciosas, tampoco es aceptable la recurrencia a recursos violentos como mecanismos para responder al Estado, a las leyes ni a las instituciones.
Existen sobradas experiencias y mecanismos y una larga tradición para construir el consenso, legitimar los intereses de la ciudadanía y de organizar las luchas sociales, como se ha hecho a lo largo de la vida institucional del país.
No se vale en una democracia madura la iniquidad moral y que los actores sociales renuncien de hecho a los instrumentos jurídicos, creados por el colectivo para demandar sus peticiones, necesidades o aspiraciones. Si los ciudadanos demandan cambios, reformas radicales o incluso, reclaman nuevas formas de participación, tienen al alcance, las herramientas, y los mecanismos para lograrlo, pero mediante el diálogo, el consenso, la negociación y la conciliación y la concertación.
Si existen grupos insatisfechos, que no comparten las políticas públicas, en temas específicos, por las razones que sean, porque sus intereses no coinciden o se identifican con otros sectores de la población, esto no es suficiente argumento para asumir una representación, no otorgada por vía legítima, constitucional, o por otros sistema de agrupación y de consenso.
Los grupos que no expresaron su voluntad en las urnas, al no ejercer el sagrado derecho de votar y que faltaron al deber de elegir a sus representantes mediante el sufragio, deben respetar la voz de la mayoría; pues éstos se apegaron a los mecanismos que provee la institucionalidad, depositaron su confianza en el sistema electoral, según las reglas de los sistemas democráticos, por tanto, hay que entender que todos los que compartimos el país dependemos unos de otros para nuestro presente y nuestro futuro.
Así las transformaciones que requiere el país, serán el fruto de los aportes de los diversos grupos cuyos intereses deberán estar representados mediante la concertación social.
Las calles, no son siempre los mejores foros, ahí la diversidad de voces contrasta con el ruido. La demanda se vuelve grito, y entonces la intolerancia priva ante cualquier intento de negociación y de diálogo. Por eso los costarricenses estaremos siempre atentos a escuchar las propuestas, las demandas, los argumentos, pero no se vale actuar por las vías de hecho, tomarse el poder de facto, abusando de la confianza de usuarios y ciudadanos, que de manera honesta, participan de algunos de estos movimientos. En muchos casos, huelguistas, o simplemente curiosos se suman a los bloqueos, o se mezclan entre las movilizaciones sin tener conocimiento de los intereses, de quienes con más experiencia los utilizan para sus fines.
De igual forma asaltan las redes sociales, amparados en el anonimato para desacreditar a funcionarios e instituciones, sin medir el grave daño, que estas tácticas provocan en la credibilidad de la ciudadanía, en las instituciones y en los valores de las personas.
A estos grupúsculos, que deterioran la credibilidad de los ciudadanos, que desgastan la democracia, que traicionan los principios morales y éticos como el civilismo, la vocación por la paz y la tradición de país `pacifista, que reniegan de un Estado que ha sabido prodigar y tutelar los Derechos Humanos, les exhortamos a mirar hacia atrás y retomar lo mejor de nuestra tradición civilizada para construir el futuro. Que sigamos siendo ejemplo en el mundo, demostremos que podemos avanzar, que el desarrollo requiere del aporte de todos, y que no es con ataques sorpresas de grupos y organizaciones que se cubren el rostro que operan en las sombras, escondidos en las redes sociales, que Costa Rica, no merece este terrorismo verbal ni grupuscular como células que atacan y se esconden y replican para hacernos creer, que representan el descontento general. No, ustedes no nos representan.
Si estas demandas a las necesidades de los diversos grupos fuesen legítimas, entonces, por qué no canalizar las mismas a través de la vía de derecho y no de hecho, como se está volviendo costumbre en ciertos gremios y sectores del país.
¿Qué les impide accionar los mecanismos y buscar el diálogo y la concertación?
Cuando se opta por la violencia, por el irrespeto, la acción violenta de grupúsculos, tipo célula del ataque imprevisto como las bandas de delincuentes, la avanzadilla, la distracción, la confusión, se está al frente a otra Costa Rica; que se asemeja a una nación inexistente donde hay que taparse la cara para lanzar objetos, golpear a funcionarios, escupir , vociferar, ofender, se actúa como gavillas, actuando fuera del marco de racionabilidad e instando a la violencia y se produce un distanciamiento de las posibilidades reales de obtener la satisfacción de nuestros intereses en un entorno positivo de convivencia y concordia. En muchos casos el triunfo es pírrico, se satisfacen con pequeñas batallas, pudiendo ganar legítimamente y a derecho.
Todos tenemos acceso a la justicia, a la participación ciudadana, según las normas del pacto social, contenido en la Constitución, y otras normativas, por eso, no se vale que en aras de un interés personal y mezquino, no legítimo, por su naturaleza o forma de petición, se rompa la armonía, la institucionalidad y la paz. Ejerzamos nuestros derechos en la forma que fue concebida por la Costa Rica, que forjamos entre todos.
En consonancia con esta tradición civilista que nos identifica en todo el mundo, pero entendiendo que el disenso y las diferencias son parte fundamental en toda democracia, el Tribunal de Honor y Ética del Colegio de Periodistas de Costa Rica hace un respetuoso llamado a los diversos sectores del país para intensificar el diálogo nacional en busca de acuerdos que nos permitan seguir construyendo una sociedad sustentada en valores, de respeto a la libertad de opinión, de tolerancia activa, de crítica constructiva y, en general, la sociabilidad humana donde la Ciudadanía es la Democracia.
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